miércoles, 27 de octubre de 2010

Una curiosidad posible en los espacios que percibimos que son creadas por grupos sociales no socializados de forma directa, son los que se rodean en una universidad en la zona de almuerzo, aunque no tengo la seguridad de que exista el mismo comportamiento colectivo en otras universidades como el que de aquí en la UTP -en donde estudio-, es un acto común y general cuando sucede un hecho ridículo a consideración primeramente de unos pocos. Siendo explícito con lo que me refiero es la "gozada" colectiva, la "chifla"; es una actividad automática y que se usa como burla, como desprecio. A mi consideración es un comportamiento aplaudible y genial, sólo viéndolo frente al hecho de que se disfruta, aunque la posible vista con desprecio de esta actitud sólo existe ante un desdén en el momento de la persona, sea que si no se está en una actitud presta a disfrutar alguna de estas burlas, hará un gesto molesto. Aunque en otro momento se coloque la persona antes enojada como quien disfruta de estar burlas y puede participar en ellas sin necesidad de hacer chifla - la bulla-. Esto es una muestra de la imposibilidad del ser como inmutable en la realidad, aunque se pueda suponer teóricamente.

Ay, claramente es una análisis de un comportamiento que existe en al U, pero la intención era mostrar otro tipo de texto... Esto de penoso...

viernes, 1 de octubre de 2010

Las Noches

Las noches se prestan para escribir levemente sobre historias que tienen ocurrencias en espacios intocables por nuestras pieles, se describe como camelo lo leído, mas es posible entenderlo mínimamente, abstracto e incauto. Las noches, no son para oír historias, son ocasiones para crearlas, igualmente una noche falsa, impuesta por depresiones y subyugadores indeseados, que tienen entre sus méritos ser arrogantes y hacer reprimir a quien aprovecha tan engreimiento como nauseabunda inspiración. Las noches, son el lugar de la imaginación, más todavía, la noche que analiza, la noche ciega, la noche que  trastoca lo habido en lo visible y lo amplifica; que en el modo artístico de nuestras formas se especifican hacia un solo hecho.
Bajo los efectos de la noche escriben tantos que esperan a sentir lo intagible acomodarse en sus lenguajes, la noche no es un ente, ni vive, y tampoco deberíamos observarlo como si se tratara de ese mismo estado clasificado en el tiempo. Las precisiones son estocadas con fiereza por los sentires que opacan la generatriz, que disminuyen la iluminación y permiten el disfrute a-fé del clásico lápiz, las precisiones que las activa quien siente, que las hace ser y ente, a ellas les es ansiable formar una noche. Ellas no son nombradas con unicidad, las noches son tantas expresiones, son de rojo, de Luna, de vacío, son mías o de otros; pero sólo sucede una varias veces si el artista deja de pulular expresión propia, y deja explanar de sus labios la presencia de lo imitado; su nobleza se expresaría por los demás y los alagos de la aceptación, empero carece de propiedad, tanto de sí, como de aquello que expresa, esto no es una desgracia, es una fortuna; más tal sencillismo resulta pueril si trae familiarización con lo desagradado.
No recibir la caída de una noche, es no presentir el “eureka” de una forma nuestra. No recibirla, depelleja la cordura y nos zombiza al lado de lo rodeado, pasándonos fuertemente como rodeantes. No recibir noches haría dejar de ser lo que desea un humano, por la entrega a la totalidad ajena, de la voluntad total, de mínimos jalones en cantidades notables, hacia allá nosotros…