Ve una luz por la ventana. Esa ventana de la cocina cerca a la cual ha estado de pie los últimos minutos. Mueve la cabeza lentamente hacia el alrededor, su casa sólo tiene encendida la luz del cuarto en el que está de pie, el resto luce perdiendo la iluminación que ésta le da. Está un poco absorto, ido, un tanto desconcentrado pero rápidamente puede volver a lo que pensaba. Tembloroso, con un pequeño cuchillo en su mano izquierda, se fija, con las pupilas dilatadas en los dedos de la mano izquierda. 'Qué blancas paredes' pensó, 'qué molestas verlas a todas así'. Se movía con mucha lentitud, revisaba su alrededor, estaba solo, al menos la compañía que creía no la sentía más que para limitarle y detenerle; o las cucarachas que son siempre sutiles, o los ratones que saben alimentarse por sí mismos. ¡Qué silencio sentía! Pero qué espaciosa se oía la casa, 'no debo verlos de nuevo' decía rasguñando con el cuchillo el mesón de la cocina, 'podré ocultarme de ellos'. Había que preparar la huida, 'estoy solo, pero no siempre, ellos regresarán, masticarán de nuevo cerca a mí, me hablarán, pedirán un favor o más, se relacionarán y hasta me sonreirán', mencionaba con delicadeza, era una huida sin salir de ese cuarto, sin salir de la cocina, sin tener que entrar en otras zonas y sin tener que verlos a ellos de nuevo. 'Quiero encerrarme aquí' se clavó la punta del cuchillo se la enterró cerca a la uña del dedo índice derecho, 'quiero quitarme esta piel' recorría insensible la piel de su palma, sentía el filo deslizándose por los tendones, quería la piel, nada más, esa piel blanca, más clara que aquella que le resta a la mano, pasando por el pulgar que sentía temblar al quedarse desnudo y sangrante, 'no quiero sangrar' miró decepcionado su sangre impedirle la vista y así su precisión al cortar, abrió el grifo para continuar cortando, la sangre diluida con el agua brotaba; continuó cortando, su piel salía un poco. Había cortado toda la piel de la palma desde su dedo índice hasta el pulgar, sabía que no era tanta piel, agarró ese trozo que colgaba un poco y lo haló hasta arrancar casi toda la piel de la palma.
Cogió la piel y la tiró contra la pared que daba al corredor de la casa. 'No me duele' miraba frunciendo el ceño. Aún así se sentía un tanto triunfal, sentía haberse protegido de la compañía que llegaría luego. Se dejó caer al suelo, con brusquedad clavo su cuchillo para arrancar la piel de la parte izquierda de su tronco y la tiró a la alacena. Restregando la sangre, sintió cómo escapaba de su casa sin salir de la cocina. Ese color rojo, no, ese color negro, ese color que se derrama por las paredes que no deja los reflejos ser, que hace insignificante la luz del exterior, que manchaba el piso con el pulso de las gotas cayendo y él deslizando su pecho contra una de las paredes. Sonreía mientras la lengua recorría la pared, que le comunicaba a su columna la necesidad de desprenderse, y ésta sin impedir la invitación se retiraba despaciosa por el cuello, luciendo manchada y tremulosa, para arrastrarlo a él en una esquina con pocas manchas de la cocina. Acomodado en el suelo, y la paredes deslizantes, las vértebras se separaban de la columna para dejarse en el desorden cuagulado de ese cuarto.
Su cabeza apoyada contra una de las paredes de la esquina, se levantaba a golpearse en ocasiones contra la otra. Cambiaba de posición. Sonreía un poco, ya no oía muy bien los sonidos de afuera, la sangre que ya no estaba en él, lo acompañaba en una viscoso charco. Sintió cómo la puerta de su casa se abría, era uno de quienes vivían con él, al dirigirse a la cocina, no lo vio a él, ni a la cocina, tampoco hizo un gesto de extrañarla. 'Aún puedo oírlos' decía presionando el cuchillo. Los pasos del otro continuaron. Él mientras, acercaba el cuchillo a su frente, despacio cerraba sus ojos y comenzaba a dormirse...