viernes, 24 de agosto de 2012

Ningún rasgo de debilidad, será un rasgo de cobardía.

Hoy algo temprano me alegraró la ilusión, mis ganas de existir, de estar en pie. Ha sido curioso. Muy agradable, yo admito no saber si he interpretado bien lo que me ha enviado aquella persona, pero si lo he hecho mi día fue justificadamente un día en el que me regocijé de existir y de haber dejado grandes alegrías por una apuesta que de cumplirse hará de lo que me rodea un sitio exquisitamente estético y adorable. He aquí el video enviado:

https://www.youtube.com/watch?v=SASZf_aRq8g&list=PL4DBC6F70FE1EF729&index=1&feature=plpp_video

Esa canción un tanto vieja, con esos sonidos mal grabados que semejan el olor a viejo de un libro. Repitiendo, si he interpretado bien lo que me quiso tengo razones para levantarme con ahínco, esforzarme por hacer un día en el que mejore y pensar cada día que ese sueñito etéreo existe.

Aunque el día fue muy tedioso, sólo yendo al odontólogo y consiguiéndome de forma gratuita un almuerzo, para finalmente estar muy apestado, todas esas horas logré hacerlas sonriendo.

Tal vez lo complicado, sea estar aquí ahora mismo, bastante más apestado y con esa sensación a soledad que me ahogaba más cuando niño y pensar en esa misma meta: caer en llanto, darse cuenta que esa bella meta está lejos y habrá que huir del tiempo para saber si resulta eso que me ilusiona.

Diré que me levantaré construyendo alguien que sea deseable para cumplir tanta cursilería, tanta tontería y tanta fomacioncita que he usado para no parecer "tan humano", pero que termina apeñuzcándome con ese concepto lo suficiente para enterarme que realmente no soy demasiado fuerte.

Yo cumpliré, yo cumpliré, como lo obliga mi crianza con rayones japoneses, como lo hace mi acuerdo con ellos, como lo incita mi desacuerdo con la admiración.

¡Cada día, cerca o lejos! ¡Con miedo, con desconfianza, con insomnio, sabiendo que no me puedo desear muerto!

¡Porque soy un mal diseño que sabe que eso es lo que más desea!

¡Supongo, existe esa compañerita, supongo que esas tonterías las comparte y las quiere!

¡Y de aquí hay que hacerle con cojones, y tal vez ella con tetas!

domingo, 12 de agosto de 2012

Yo supongo que esa cicatriz es mía. (I)

Comenzaré como si ya estuviesen caminando, como si ya estuviesen cerca a comprar ese líquido anisado en exceso, de color amarillo. De noche era, la costumbre induce a comprar en el mismo sitio, antes por confianza en sus precios, ahora se denotaba como un lugar especial para comprar, no es una elección más que por estética. Ya era de noche, para decidir comprar el amarillo se oyó la frase de la chica, "¿Qué? ¿Nuestra última de amarillo?" la respuesta fue una mirada fuerte del chico, un poco molesta, luego asintió, con una sonrisa dolorosa. 

Obtenido el licor, anduvieron por esas calles por las que habían transitado, horas, días, noches, en las que regalaron sonrisas que obtenían otra del otro rostro. Había que regalarse algunas más, un poco ebrios, caminaron, encontraron conocidos que intentaron retirar un poco del líquido de la botella, sólo a uno le fue posible. Cada paso lo acercaban a lugares que fueran un poco remotos, en donde se vendiera carne despreciado por algunos y que, aunque pareciera de ave, sería de mamífero rumiante. No fue posible, la pajarilla es muy apetecida por quienes no desprecian, o por quienes han excedido el alcohol muy temprano. Pero la zona cercana, era agradable, con amarillo, la oscuridad impedida por dudosas luces amarillas, las calles con pocas personas transitando y entre los pasos, encontrarse, una construcción inconclusa, pintada, molesta con el resto de sus cercanos que estaban conclusos, un hueco donde usualmente se coloca la puerta siendo acompañada por unos torpes alambres cubriendo..., un par de puntillas, un par de vueltas del alambre por las puntas a borde y borde para considerar bien protegido aquel lotesucho.  

La chica, quedose mirando los alambres, "aquí es fácil entrar", dijo, mirando al chico y revisando cómo devolver el par de vueltas dadas para impedir el paso. Al rotar las alambres, estos cedían de las puntillas, y se hacía un roto que permitía la entrada fácilmente. Miraba y preguntaba si no le molestaba entrar al chico, este, lo consideraba un poco arriesgado, pero no le molestaba. Entraron.

Cayeron a un hoyo no muy hondo que tenía unas escalares que descendían, y un muro al que podían subirse. Decidieron quedarse en la parte alta. Desde allí se veía parte esa lejana zona de la ciudad que en tantas ocasiones se convierten en lugares aislados en las noches, unas bajas montañas, tal vez otra ciudad. La construcción en que estaban se poblaba de musgo, de óxido, de humedad. La construcción estaba en un estado muy primario, tenía columnas, un falso segundo piso que no había sido terminado de colocar y un "puente" (¿columna horizontal?) que comunicaba donde ellas estaban, hasta donde comenzaba una casa de las que el lote envidiaba. Caminan hacia cerca de la mitad del "puente" y allí se sientan, sacan amarillo y reparten para ellos dos.

Hablan de miedos, de lejanías de maravillas, de prejuicios, de probabilidades; así desentonen con el humor del escritor. De las exageraciones, de las obsesiones, ¿por qué el tamaño del cuerpo influye en la capacidad de tomar licor? También, de sueños y retraimientos. Les habla un señor un poco tranquilo al dirigírseles pero brusco al dirigirse a lo que parecía un familiar pequeño de él, lo trataba de "joven", que entonaba con el silencio de la zona, los previene del peligro de estar allí; la esposa de alguien cercano que cuida carros, que es zona privada... 

- Desde aquí, como tengo pies corticos, siento que alguien me va a jalar y me tirará de aquí - dice ella mientras él mira
Desde donde estaban, no se detallaban las zonas de abajo, parecía solamente haber suelo, si se acercase alguien, se sentiría que se mueve, pero se vería muy bien. 

- Si me jalaran de los pies y me golpearía en la cara, tú no, eres más alto- continuó. 

- Yo creo que sí me golpearía el rostro-refutó

El amarillo se acababa, el amarillo no había hecho mayor efecto en ellos, o al menos, no lo sentían así. ¡Tanto que se habló de prejuicios, de impedimentos por los miedos infundados, por no enfrentar lo desconocido o no confrontar con la experiencia aquello a lo que induce a creer el medio! Palabras y palabras, ideas agradables y una confirmación dilatada del deseo futuro (al menos del chico). 

Para él era agradable ver cómo desarmaba ella ciertas ideas que estaban aparentemente planteadas. Entre estas formose un instante incómodo, maltrecho, al mencionar la expresión que para describirlo habría que hacerlo similar a retraerse, a una rápida conjugación de decisiones que se contradicen que él intentó explicar.  De dos personas intentó explicar él, ese comportamiento, una muy cercana a ella, y ella. La primera la descripción pareció suficiente, la otra, inconclusa y terminando con una mirada levemente molesta. 

Se soñaron con ser dueños de ese lugar, les parecía agradable por su sensación melancólica. Desearon compartirlo, mostrarlo, disfrutarlo... Si no describo erróneamente, allí se besaron unas pocas veces. Contaría que estaban contentos, ambos.

Esforzando el escritor: ¡qué maravilloso instante, qué espléndido estado taciturno era aquél y qué nostalgia es recordarlo! Palabras suaves de una voz que no suenan muy poco a nariz, que suena gruesa aunque sea de niña, que resuena con una garganta delicada y no tan delgada, que se vigila buscando sus ojos en los cabellos cortos, en la mordedura de una avispa (aunque de ese lado el chico no la veía) en los cachetes mientras se olvida la línea que separa agradablemente su cuello de su rostro. 

Terminado el amarillo, saborearon el momento un poco más, cuando sus manos se juntaban, se apretaban un poco, se sentían próximos a dejar de estarlo. Al cabo de un rato, decidieron comenzar a salir, él se demoró un poco más que ella en hacerlo, pero él, salió primero. Antes ella, decidió mirar escaleras a abajo. Tarde un poco, miró entre las oscuras paredes, y volvió diciendo "no estábamos solos". 

Mientras ella salía del lote, él tomaba la botella de amarillo, la miraba, ahora estaba vacía, ¡maldito aguardiente muy anisado tan encantador! Ella colocaba de nuevo los alambres, un par de personas llegaron, aparentemente el dueño y un celador, el problema formado fue muy menor:

- Estábamos cerrándolo, como lo vimos abierto- dijo ella. 

Y el problema despareció. 

Subieron media cuadra y cerca había un poste, ella le quitó la botella al chico, decidió golpearla fuertemente contra el poste para partirla, se quebró, ella se cortó un pequeño pedazo de la mano no fue muy grave, se quejó un poco mientras el chico le succionaba un poco de la sangre. 

¡Había que conseguir más amarillo, había que desaparecer de ahí, había que esparcir recuerdos por todo lugar en donde no los hubiese aún! Él estaba feliz, se sentía inspirado, con una sonrisa que se esculpía con gracia. De ella, él suponía felicidad y por eso se causaba la suya, pero al menos el escritor no lo sabe, sería posible suponer que el escritor también lo supone. Qué eternidad tan corta había esa noche...