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Quieto está, en la calle, girando sin desearlo, estando para poder esperar, sabe que puede detenerse, pero que de hacerlo lo hará sólo una vez. Lejos de él están las quietudes, los descansares, aquellos que aunque también giran, se detienen un poco, tanto para no enterarse más que aún giran. Quién no se molestara en envidiarlos, estaban retenidos y a salvo de sus medios, a salvo de los medios externos. No suele saber qué preferir, si torturarse impotente, o hacer alguna actividad de poca utilidad, salir habiendo estado, era una proeza, no había más que un sueño profundo al intentar realizarlo, no va a suceder, al menos aquello se repetía. Mantenía harapiento, con una barba dispareja, que se juntaba al mostacho, a veces un cartón, a veces una posada, a veces optimismo. Ni la noche ni el día, ni el amanecer impidiéndose y gritándole quejumbroso al sol; en ningún estado agrada estar, y de estar en más de uno ojalá fuera en varios y en varios lejos de lo que al dejar de creerlo seguía estando allí. No estar allí, para que el frío no fuese tan fuerte, no estar allí para mantenerse en alegrías distintas, no estar allí para que cerca al río partiendo su ciudad lo relajase y no lo atemorizara.
Había para él historias para escuchar, personas qué evitar. Las historias, solían ser contadas por terceros, a veces por él mismo, contando con alegría cicatrices, contando con sus dedos las cicatrices. Hay eso días, y sabe cuales son, en los que hay personas a las que hablarles, en los que hay personas que dedican su tiempo a escuchar las razones de sus cicatrices y su desvarío, lo que decidió desechar para quedarse feliz donde está y lo que decidió adquirir para incomodarse donde está. Él, junto con muchos otros, espera que ese día no falte, porque hará falta tener a alguien algo que contarle. Esos, esos que escuchan son lejanos, de variadas justificaciones para acercarse a él, a ellos, porque son grupos y son agrupados. Esos que escuchan no son ellos, ellos que hablan se le trata con inusual suavidad, ellos que son escuchados no son esos. Son distintos, huelen distinto, se visten distinto, saben distinto.
A él, que en algún momento logró adquirir un gabán que luego le arrebatarían, le gustaban las historias, además de gustarle hacerlas, le gustaba contarlas. Ponía nombres a los desconocidos protagonistas, para hacer cuentos, que parcialmente eran ciertos que parcialmente eran falso, porque se basaban en alguna historia cierta, pero sus personajes siempre eran algo atrevidos y sus voces eran fuertes; en cambio de donde basaba sus historias los protagonistas pasaban penas por sus debilidades, pasaban ridículos porque se permitían varios cambios y algunos tenían voces muy chillonas. Entre ellos, no se cuentan casi historias, cuando lo hacen son historias aisladas que cuentan con furia acerca de aquel alguien que los ha amedrentado por su vivir. Por eso quería que algunos otros, que no fueran como es él, le contaran sobre cómo son quienes son como él, las historias varían, hay suicidios de los que él no se entera, hay improperios, personas que salen de allí, personas que logran pasar temporadas sin acercarse y que luego pasan temporadas sin salir, hay incómodos despertares, cómodos amaneceres en insomnio... Palabras que combinadas él no sabía que podían estar y ser reales.
Había aprendido a ser apreciado por quienes no son como él para que luego de un ofrecimiento artesanal, fueran ellos quienes le mostraran algo del mundo. A veces, muchas veces, sólo oía historias que ellos pasan a diario, historias poco sorprendentes para quienes se parecen a él. Su ropa con un olor no tan nauseabundo le permitía impedir que otros corrieran, que cambiaran de calle, que lo evitaran aunque fuera con alguna mirada. Cuando pensaba en estas últimas - las miradas- reflexionaba acerca de lo poco útil que le había resultado la suya, muy agresiva, cuando su cabello se llenó de nudos su miraba de atenuó, ocultándose entre suciedad y la queratina. Esa misma mirada impidió que fuese mendigo, no obtenía casi dinero en el día y la noche se tornaba tan eterna como el hambre.
Ahora en el frío, pareciera que el sol se acercara..., pareciera que el sol calentará su día y que apenas termine de salir, habrá quien lo levante para que de sus reminiscencias brote la sensación que ese día también tendrá su noche.
- ¡Qué amanezca! ¡Ya!
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