Miramos, suponemos, estamos; la verdad no es data de la realidad, la verdad es data de la lógica. Qué aburrido, ¡qué aburrido!, esa creencia optimista de la belleza de la ciencia y su posibilidad de confirmar las realidades. Somos intuitivos lógicos. Seres con ideas sustento acuñaron la deducción y la inducción más “compleja”. Pasando las bases, éstas son obvias, tocables, coloquiales; la apariencia residual (la sensación que dejamos) se esgrime en la coloquialidad, lo trivial a todos. La ciencia, no puede considerarse como más que la vecindad de los malformados que afirman y confirman, los que distribuyen formalismos que acompañan a los sentidos sólo mientras se trastabilla con la simpleza. Luego, ya lejos de la capacidad siento-razono del ente, comienza la trivialidad a sobreactuar: a comer tangos y bailar la mozarella; todo es obvio, todo es trivial. Bien culpable es aquella infeliz capacidad de sentir dependencia, de absorver la pereza, de meterla y mimarla, para evitar encontrarnos con causas de nuestro “formalismo lógico”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario