Las hojas se han molestada, por ser blancas y por tener cuadros de diagonal de medida irracional bajo el S.I. Es un enojo comprensible y comprensivo también, no harán ninguna acción - aunque bien pueden hacerla- para evitar molestarse o eliminar lo que les molesta. Mas gustan hablar de ello, discutirlo mientras su mínima separación permita el viaje del sonido entre ellos.
Hablan con susurro y miedo sobre sus más atrevidas símiles, las hojas con línea corriente, que son más agresivas. A ellas se les usa más para la crítica y la subjetividad, saben intentar imitar cambios de forma por medios que desordenan, saben ser mamertos o expresar ridículos poemas amorosos o agradables poemas de temas no fáciles de especificar y aún así sonoros. Suelen ser más cambiantes en aspecto, en forma, la línea corriente tiene, por supuesto, una gama más cambiante al ojo que las hojas cuadriculadas. De ellas hay varias que cometen suicidio y no es sencillo, qué casualidad debe uno imaginarse para que una hoja aparezca rasgada.
Suelen las horas cuadriculadas reflexionar más antes de escribirse en ellas mismas o entre ellos. No moverse mucho para realizar cambios, pero reflexionan bastante acerca de porqué suceden los movimientos molestos. No son más ordenados, pero suele sospecharse que lo son, es más una actitud de descuido por parte de ellos, el orden se pierde mientras ellos puedan seguirse ubicando adecuadamente.
Curioso resulta observar que los cambios más profundos para la vida de todos los papeles gran parte las han logrado hojas con cuadritos. Cuando se les rechaza lo hacen usualmente por la aparente monotonía de sus palabras, incluso en ocasiones por el tamaños de su letra. En esas cuestiones las hojas de cuadritos sí resultan ordenados, para la expresión de ideas, las ambigüedades pueden gustarles pero no las consideran útiles para pensar en novedades, algo como luego de haber novedad real puede haber novedad por ambiguedad.
Al decir "suelen" se expresa que también se consideran esas hojas cuadriculadas muy expresivas, a las hojas línea corriente tácitas y delicadas, incluso ellas pueden ser tremendamente reflexivas. Tampoco hemos mencionado siquiera la existencia del papel para papiroflexia, o la sorprendente hoja en blanco, ni siquiera .- por decirlo lo menos- aquellas hojas que son doble línea, son usualmente las más simplistas, las menos entretenidas.
Y eso que cuando se es más pequeño como hoja o se es línea corriente o se es hoja cuadriculada, hay tan pocos casos en los que se es hoja de papiroflexia cuando se es hoja pequeña, y es de preferir que no haya ninguna hoja pasando por doble línea.
De las hojas blancas, todos sospechan que hay bastante qué mencionar, se sabe al menos, que son las más abundantes en la población, aunque son muy poco densas en la población total de hojas, es sencillo encontrar una explicación, de porqué se ocultan, pero no se le ha buscado. es más usual ver una hoja de papel con cierta imprenta en él y contar orgullosos de sus días de ser hoja en blanco, hasta recordar que eso es preferible no mencionarlo con descuido. Tal vez las hojas en blanco son esclavizados antes de imprimir en ellas.
Cuando una hoja es pequeña tiene un intento de ser hoja para papiroflexia, llena de colores y preparado para formar figuras con sus cuerpo, cuando no se encanta con otros formas de papel, suelen suceder dos panoramas, cuando la hoja ya es grande y continuó con la papiroflexia adquiere un pensamiento tranquilo y poco exigente, le será normal alegrarse sólo por poder moverse con la gracia con que lo hace; la otra es asustarse y decidir ocultar sus colores con líneas corrientes sobre ella. Son pocas quienes deciden mantenerse en la papiroflexia, es difícil no asustarse.
De hojas línea corriente hay muchísimos, de hojas cuadriculados hay muchos intentos pero no suelen haber tantos, de hojas para papiroflexia hay ocultos entre paralelas muchísimos.
Escribimos en ellos sin notar sus susurros irritados, llenos de descuerdo y de improperios...
Hojas de colores, hojas de ideas, hojas de ácidos, hojas...
jueves, 18 de octubre de 2012
El suelo.
Estar de pie en un lugar, sin recordarlo, ni se mira, ni se oye, sólo al desnudo tacto de los pies. Suele vibrar el suelo, meces a quienes están sobre él, pero sabe hacerlo tácito e insensible, no está vivo, pero muchas veces es amable con quienes sí lo están, pero a ve es es original para asesinarlos.
El suele se revela ante unos pies desnudos, muestra sus relieves y cuenta sus molestias a los tacones y a las botas cuando quien las usa está enfadado o bailando. El que es de color gris (el suelo que es de color gris) es para el peatón que se desinteresa del mismo. El naranja es de esos que le hablan a quienes lo golpean con una varilla de metal suavemente; aunque a estos poco les importa el color, a ellos les cuenta aunque sólo lo necesario para evitarles daño, y pemitirles con mayor facilidad llegar a su rumbo.
Ocasionalmente olvida su posición, y se enoja por las suciedades que por él se soplan, cuando recuerda su posición continúa enojado. Luego se tranquiliza, pero quien lo enoja sigue allí.
El suele se revela ante unos pies desnudos, muestra sus relieves y cuenta sus molestias a los tacones y a las botas cuando quien las usa está enfadado o bailando. El que es de color gris (el suelo que es de color gris) es para el peatón que se desinteresa del mismo. El naranja es de esos que le hablan a quienes lo golpean con una varilla de metal suavemente; aunque a estos poco les importa el color, a ellos les cuenta aunque sólo lo necesario para evitarles daño, y pemitirles con mayor facilidad llegar a su rumbo.
Ocasionalmente olvida su posición, y se enoja por las suciedades que por él se soplan, cuando recuerda su posición continúa enojado. Luego se tranquiliza, pero quien lo enoja sigue allí.
Al menos.
Piensas tonterías, cada domingo en cada envidia que sientes, piensas tonterías. Cuando piensas en optimismos, en molestias, en ajenos, piensas tonterías. Al dudar de una permanencia, al molestarte por una salida, piensas tonterías.
Ellas pueden importar, pero son tonterías por no ser más que efectos de la incertidumbre que no se puede aún decidir. Son meras molestias de quejas nerviosas, de angustias poco justificadas.
Eso debilita, es de suponer, impide. No son torres cercanas que puedan armarse en contra, son torres lejanas de las que no se sabe y por poco se puede dudar. Pero al dudar hay bestias que formamos y pedimos que comiencen su ataque en nuestra contra.
Son tonterías, al menos las bellezas que ya no están. Claro pueden serlo aún, ser bellas no depende de la relación que guarden con la persona. Son tonterías, las memeces que pueden sulfurar. Aunque continúen sulfurando, e irriten con ahínco.
Todos podemos sospechar con que nos han engañado, para admirarlos, y al hacerlo, deprimirnos, ahogarnos, alegrarnos, olvidarnos, puede ser sencillamente una excelente estrategia de quienes nos los enseñan para exprimirnos nosotros las fuerzas, y dejarlas colgadas cerca a nosotros, pero no en nosotros. Solemos perderlas luego, a veces gustan de moverse mucho.
Piensas tonterías, cuando no hay luz, cuando no hablas, cuando te escabulles, piensas tonterías.
Ellas pueden importar, pero son tonterías por no ser más que efectos de la incertidumbre que no se puede aún decidir. Son meras molestias de quejas nerviosas, de angustias poco justificadas.
Eso debilita, es de suponer, impide. No son torres cercanas que puedan armarse en contra, son torres lejanas de las que no se sabe y por poco se puede dudar. Pero al dudar hay bestias que formamos y pedimos que comiencen su ataque en nuestra contra.
Son tonterías, al menos las bellezas que ya no están. Claro pueden serlo aún, ser bellas no depende de la relación que guarden con la persona. Son tonterías, las memeces que pueden sulfurar. Aunque continúen sulfurando, e irriten con ahínco.
Todos podemos sospechar con que nos han engañado, para admirarlos, y al hacerlo, deprimirnos, ahogarnos, alegrarnos, olvidarnos, puede ser sencillamente una excelente estrategia de quienes nos los enseñan para exprimirnos nosotros las fuerzas, y dejarlas colgadas cerca a nosotros, pero no en nosotros. Solemos perderlas luego, a veces gustan de moverse mucho.
Piensas tonterías, cuando no hay luz, cuando no hablas, cuando te escabulles, piensas tonterías.
domingo, 7 de octubre de 2012
Qué no se caigan las tablas.
Ocasionalmente sucede que cuando has decido irte a estudiar a otra ciudad distinta a aquella en la que viven tus padres, ellos vengan a visitarte. Creo que eso me ha sucedido, pero sólo vino mi padre. Ha venido porque desea saber cómo es mi desordenada vida de universitario. Al llegar pudo ver un libro de Estanislao Zuleta, un libro de fractales y otro de geometría, todos tirados por la cama. Yo no me molesto con ellos, cuando me da sueño, les dejo espacio en la cama, igual que al computador, apago la luz y me duermo. También como no tengo ni escritorio o ropero, tengo toda mi ropa tirada por las esquinas del suelo, evitando ensuciarla con los maletines en donde iba empacada. Él se fijó en esto e hizo un par de reclamos, al menos supo entender que era mi cuarto y que yo me acomodaba fácil, ni uso cobija y a penas si uso almohada.
Todo esto no es demasiado importante, si no se añadiera que la cama tenía un desperfecto, que podíamos considerar más grave, recordando que dormiríamos padre e hijo en la misma cama. Los largueros de la cama hacían de ella una cama panzona, una cama con el centro más ancho que el resto de ella, de esto me enteré pocos días después de que se me encogiera el cuarto y se transmutara la cama por otra más pequeña, para poderse acomodar en el encogido cuarto. Ser panzón no es malo, se puede ser sexy y barrigón -según algunos con los que no estoy de acuerdo-, ser panzón no es malo si se es humano y no le es importante ser criticado por panzón, pero para una cama ser panzona significa fácilmente dejar caer las tablas que se encuentran a la mitad, porque al recostarse la cama panzona se hace más panzona, pero las tablas que sostienen el colchón no lo hacen, de donde tenemos una primera tabla en el suelo o dos o tres, en peores casos .
La primera vez que me sucedió, no le di importancia, puedo vivir con una tabla menos, luego la tabla despreció su soledad en el suelo, trayéndose junto con ella una segunda y luego una tercer tabla, dejando a un lector de Rodolfo Llinás en una zona muy curvada y más cercana al suelo que el resto del colchón, esto era obvio sabiendo que si la primera tabla bajaba y era del medio, sus amigas tablas debían ser también del medio y yo estando sentado en el medio me iba quedando en un hoyo. En ese momento me pareció absurdo, me levanté, moví el colchón y coloqué las tablas de nuevo en otro orden, así, al menos debían conocerse de nuevo para que si se caía la primera las siguieran las otras. Esa noche pude dormir bien. Pero pasados un par de días, volvieron a caerse, saben hacerse amigas muy rápidamente y yo no sé luchar contra tablas muy amigueras, sabiendo que ese era trabajo de alguien con miras a la ingeniería supe rápidamente que poco podía hacer yo contra un grupo muy unido de tablas que les gusta tirarse de la cama al ver que una se cae por la gordura de la cama. Mi decisión fue colocarlas a todas de nuevo menos una y dormir a los costados de la cama, en donde las tablas no tienen esa mala influencia que de conocerlas poco llamaría suicida. Allí sobreviví bastante bien...
Llegado mi padre, criticado mi falta de orden, mi cabello sucio, mi barba un poco larga, procedió a sentarse en la cama, a todos nos gusta el centro de la cama..., tiró cuatro tablas adicionales. Era maravilloso ver que yo había podido impedir ese suceso por más de una semana, sólo tenía que dormir donde todavía era sensual la cama. Aún era cerca del medio día, así que prefirió dejar el tema para después y la parte de la historia donde pasamos la tarde dando tumbos por la ciudad no les interesa ni les sería - sospecho pues- interesante. Entonces, aquí ustedes pueden imaginarse par de actividades padre e hijo y volver un poco más tarde de las ocho de la noche para comer.
Como buen humano, después de comer mi padre libera en su cuerpo dopamina, consecuentemente, le dio sueño. Viniendo a mi cuarto, recuerda el inconveniente de las tablas, decide sacudir mis sábanas y bajar el colchón para re ordenar las tablas, él es estudiante de ingeniería cívil, eso quiere decir que él sí tiene cómo luchar en contra de las tablas, para poderse dar el lujo de dormir desparramado por todo la cama. A mí, me sorprendió cómo vio fácilmente qué tablas eran más largas que las demás, y comenzó a acomodarlas en el centro, estuve pasándole las tablas que me pedía, en su mayoría encajaban mejor que las otras. Cuando se lograron acomodar todas, entre los dos subimos nuevamente el colchón y él se dispuso a organizar nuevamente la sábana para cubrir el colchón, las tablas del centro cayeron de nuevo y fueron cuatro a la vez, supongo que no fue porque él las hubiese acomodado mal, pero él es grande, yo soy mucho más pequeño que él, él pesa más y así, conseguimos cuatro tablas en el suelo.
Riéndome de ello, cogí una ropa sucia aún sin lavar y le dije que la lavaría mientras él pensaba alguna solución, a mí me daba igual seguir durmiendo en las esquinas. Mientras yo me dedicaba a no tan molesta actividad lo vi inquieto buscando algo en el patio. Creo que convirtió eso en un pequeño reto para su mente mucho más ingenieril que la mía. Pensó en quitar la cuerda en donde se colgaba la ropa para que fuera secada por el Sol. Movió objetos de esos sospechosos que no suelen ser útiles y no suelen tener dueños. Él deseaba amarrar los dos centros de los largueros, acción que evidentemente evitaría la libre vibración de la cama hacia los lados si alguien se recostaba. Yo desde hace varios años, hago manillas, entonces no es raro encontrar en mis maletines o en mi cuarto con qué tejer macramé, le conté de ello y un poco emocionado fue a esculcar el maletín que había usado hoy, no tardó en encontrar la tela. Cuando me dio el aviso, no le di importancia y seguí lavando mi ropa.
No tardé mucho, y volví al cuarto, había gastado lo que a mi consideración era mucho material, y cada cuerdita delgadita estaba al lado de las otras pero no estaban muy juntas entre ellas; actuarían como cuerdas individuales y serían muy débiles, creía que si las usaba así se romperían. Dije en broma que si quería le hacía una trenza con esa larga cuerda, no esperaba que asintiera ¡una trenza de más de dos metros de largo! ninguna de mis manillas alcanzaba los treinta centímetro, pero supuse sería divertido. Comenzada la empresa, me enteré que cada paso que se avanza en la parte que se quiere trenzar, se convierte en un nudo en la parte de abajo, mi padre intentó saldar el problema, pero él ya estaba sosteniendo uno de los extremos para mantener tensa la cuerda y hacer posible la hecha de la trenza. No sé si habrá habido algún humano con tres brazos, diciendo esto, es fácil darse cuenta que mi papá no tiene tres brazos, así que desamarrar nudos - dos brazos- y mantener la cuerda tensa -un brazo- no le era posible. Él quiso desistir, pero en ese momento fui yo quien sintió eso como un reto, como un deje de que alguna vez me hubiese encantado ser artesano.
Lastimosamente, vivo -ojalá no por mucho- en una residencia de estudiantes, me he relacionado con algunas de esas personas con las que vivo, resolví que pedir otras dos manos, aunque sólo necesitara una, sería adecuado. Le pedí ayuda a una chica, digamos, para evitar enfrentamientos que se llama ella -me imagino que los derechos de autor del nombre los tienen reservados los padres-, y como yo soy yo, mi papá es mi papá, que ella sea ella no será despectivo, ninguno de los tres tiene siquiera mayúsculas en su nombre, tenemos por nombre propio un nombre impropio.
Su misión de ella, era evitar la formación masiva de nudos en la parte de abajo de las cuerdas, misión que aceptó con una sonrisa y con unas cuentas bromas, cerca a terminar la trenza, decidió ella acabarla, cuestión que me resopló el orgullo. Genial me pareció haber hecho entre los tres una manilla de unos dos metros de largo. Mi padre contento porque cuerditas débiles se habían hecho fuertes entrelazadas, amarró los largueros, los juntó lo suficiente para fajar la cama y hacerla lucir delgada de nuevo. Todas esas cuerditas juntas ahora mismo hacen muy bien su trabajo, mi padre está dormido muy cómodo en mi cama, lo puedo ver en frente mío casi roncando.
Sé que si lo recuerdo, cuando pueda huir al fin de este cuarto, me llevaré esa larga trenza, y espero poderme maravillar con tan vacua tontería de nuevo.
Todo esto no es demasiado importante, si no se añadiera que la cama tenía un desperfecto, que podíamos considerar más grave, recordando que dormiríamos padre e hijo en la misma cama. Los largueros de la cama hacían de ella una cama panzona, una cama con el centro más ancho que el resto de ella, de esto me enteré pocos días después de que se me encogiera el cuarto y se transmutara la cama por otra más pequeña, para poderse acomodar en el encogido cuarto. Ser panzón no es malo, se puede ser sexy y barrigón -según algunos con los que no estoy de acuerdo-, ser panzón no es malo si se es humano y no le es importante ser criticado por panzón, pero para una cama ser panzona significa fácilmente dejar caer las tablas que se encuentran a la mitad, porque al recostarse la cama panzona se hace más panzona, pero las tablas que sostienen el colchón no lo hacen, de donde tenemos una primera tabla en el suelo o dos o tres, en peores casos .
La primera vez que me sucedió, no le di importancia, puedo vivir con una tabla menos, luego la tabla despreció su soledad en el suelo, trayéndose junto con ella una segunda y luego una tercer tabla, dejando a un lector de Rodolfo Llinás en una zona muy curvada y más cercana al suelo que el resto del colchón, esto era obvio sabiendo que si la primera tabla bajaba y era del medio, sus amigas tablas debían ser también del medio y yo estando sentado en el medio me iba quedando en un hoyo. En ese momento me pareció absurdo, me levanté, moví el colchón y coloqué las tablas de nuevo en otro orden, así, al menos debían conocerse de nuevo para que si se caía la primera las siguieran las otras. Esa noche pude dormir bien. Pero pasados un par de días, volvieron a caerse, saben hacerse amigas muy rápidamente y yo no sé luchar contra tablas muy amigueras, sabiendo que ese era trabajo de alguien con miras a la ingeniería supe rápidamente que poco podía hacer yo contra un grupo muy unido de tablas que les gusta tirarse de la cama al ver que una se cae por la gordura de la cama. Mi decisión fue colocarlas a todas de nuevo menos una y dormir a los costados de la cama, en donde las tablas no tienen esa mala influencia que de conocerlas poco llamaría suicida. Allí sobreviví bastante bien...
Llegado mi padre, criticado mi falta de orden, mi cabello sucio, mi barba un poco larga, procedió a sentarse en la cama, a todos nos gusta el centro de la cama..., tiró cuatro tablas adicionales. Era maravilloso ver que yo había podido impedir ese suceso por más de una semana, sólo tenía que dormir donde todavía era sensual la cama. Aún era cerca del medio día, así que prefirió dejar el tema para después y la parte de la historia donde pasamos la tarde dando tumbos por la ciudad no les interesa ni les sería - sospecho pues- interesante. Entonces, aquí ustedes pueden imaginarse par de actividades padre e hijo y volver un poco más tarde de las ocho de la noche para comer.
Como buen humano, después de comer mi padre libera en su cuerpo dopamina, consecuentemente, le dio sueño. Viniendo a mi cuarto, recuerda el inconveniente de las tablas, decide sacudir mis sábanas y bajar el colchón para re ordenar las tablas, él es estudiante de ingeniería cívil, eso quiere decir que él sí tiene cómo luchar en contra de las tablas, para poderse dar el lujo de dormir desparramado por todo la cama. A mí, me sorprendió cómo vio fácilmente qué tablas eran más largas que las demás, y comenzó a acomodarlas en el centro, estuve pasándole las tablas que me pedía, en su mayoría encajaban mejor que las otras. Cuando se lograron acomodar todas, entre los dos subimos nuevamente el colchón y él se dispuso a organizar nuevamente la sábana para cubrir el colchón, las tablas del centro cayeron de nuevo y fueron cuatro a la vez, supongo que no fue porque él las hubiese acomodado mal, pero él es grande, yo soy mucho más pequeño que él, él pesa más y así, conseguimos cuatro tablas en el suelo.
Riéndome de ello, cogí una ropa sucia aún sin lavar y le dije que la lavaría mientras él pensaba alguna solución, a mí me daba igual seguir durmiendo en las esquinas. Mientras yo me dedicaba a no tan molesta actividad lo vi inquieto buscando algo en el patio. Creo que convirtió eso en un pequeño reto para su mente mucho más ingenieril que la mía. Pensó en quitar la cuerda en donde se colgaba la ropa para que fuera secada por el Sol. Movió objetos de esos sospechosos que no suelen ser útiles y no suelen tener dueños. Él deseaba amarrar los dos centros de los largueros, acción que evidentemente evitaría la libre vibración de la cama hacia los lados si alguien se recostaba. Yo desde hace varios años, hago manillas, entonces no es raro encontrar en mis maletines o en mi cuarto con qué tejer macramé, le conté de ello y un poco emocionado fue a esculcar el maletín que había usado hoy, no tardó en encontrar la tela. Cuando me dio el aviso, no le di importancia y seguí lavando mi ropa.
No tardé mucho, y volví al cuarto, había gastado lo que a mi consideración era mucho material, y cada cuerdita delgadita estaba al lado de las otras pero no estaban muy juntas entre ellas; actuarían como cuerdas individuales y serían muy débiles, creía que si las usaba así se romperían. Dije en broma que si quería le hacía una trenza con esa larga cuerda, no esperaba que asintiera ¡una trenza de más de dos metros de largo! ninguna de mis manillas alcanzaba los treinta centímetro, pero supuse sería divertido. Comenzada la empresa, me enteré que cada paso que se avanza en la parte que se quiere trenzar, se convierte en un nudo en la parte de abajo, mi padre intentó saldar el problema, pero él ya estaba sosteniendo uno de los extremos para mantener tensa la cuerda y hacer posible la hecha de la trenza. No sé si habrá habido algún humano con tres brazos, diciendo esto, es fácil darse cuenta que mi papá no tiene tres brazos, así que desamarrar nudos - dos brazos- y mantener la cuerda tensa -un brazo- no le era posible. Él quiso desistir, pero en ese momento fui yo quien sintió eso como un reto, como un deje de que alguna vez me hubiese encantado ser artesano.
Lastimosamente, vivo -ojalá no por mucho- en una residencia de estudiantes, me he relacionado con algunas de esas personas con las que vivo, resolví que pedir otras dos manos, aunque sólo necesitara una, sería adecuado. Le pedí ayuda a una chica, digamos, para evitar enfrentamientos que se llama ella -me imagino que los derechos de autor del nombre los tienen reservados los padres-, y como yo soy yo, mi papá es mi papá, que ella sea ella no será despectivo, ninguno de los tres tiene siquiera mayúsculas en su nombre, tenemos por nombre propio un nombre impropio.
Su misión de ella, era evitar la formación masiva de nudos en la parte de abajo de las cuerdas, misión que aceptó con una sonrisa y con unas cuentas bromas, cerca a terminar la trenza, decidió ella acabarla, cuestión que me resopló el orgullo. Genial me pareció haber hecho entre los tres una manilla de unos dos metros de largo. Mi padre contento porque cuerditas débiles se habían hecho fuertes entrelazadas, amarró los largueros, los juntó lo suficiente para fajar la cama y hacerla lucir delgada de nuevo. Todas esas cuerditas juntas ahora mismo hacen muy bien su trabajo, mi padre está dormido muy cómodo en mi cama, lo puedo ver en frente mío casi roncando.
Sé que si lo recuerdo, cuando pueda huir al fin de este cuarto, me llevaré esa larga trenza, y espero poderme maravillar con tan vacua tontería de nuevo.
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