domingo, 9 de junio de 2013

Par textos.

¡Ay, sobreentendidos que somos todos! Todos los que estamos en un encierro conocedor. Aparentemente sabios, aparentemente conscientes. Sabemos que estamos cómodos, que movernos no es tan prudente. Es nuestro sitio seguro, la especialidad que conocemos, los conocimientos en donde podemos pasear sin perdernos y sin dudar. Es la casa conocida, la persona conocida, hasta las oficinas conocidas, los saberes similares. Sitios seguros que hacen desgraciadas las diversidades, porque son extrañas y jamás quisimos pasar por allí, es miedo incluso a conocer, lo raro se omite. Lo que no se comprende se rechaza. Damos un puesto superior a nuestra zona, nos defendemos como si las críticas fuesen siempre evitables e inapropiadas. Ignoramos el afuera, lo que no se nos acerca, no hay gente, no hay dolidos, no hay quienes sufren. Nosotros y nuestros infantiles penas: la pareja, las notas, las lecturas, si la realidad existe, si las matemáticas las creamos o las descubrimos. Tanta suerte hay que tener para sobrepasar esa idea de media, ha sido tanta suerte y pocos han sidos nuestros logros que de ella no dependieron. Los humanos son una mierda, decimos los sobreentendidos que vivimos cómodos, que tenemos cómo, que no competimos por comer o por vivir, que competimos sólo por quien conoce más y sin importar quien volveremos a casa a alimentarnos y dormir. Los sobreentendidos que miramos sin que nos pase, que 'entendemos' sin estar...

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Cierra los ojos. Ahora pasaré el resto de estas letras hablándole acerca de lo que me refiero: no deseo que usted ponga sus párpados anteponiéndose a sus ojos, que es a lo que llamamos cerrar los ojos, no deseo que la luz vea frustrado su paso por el iris y su llegada a la retina al chocarse con piel delgada. Me refiero a ignorar el exterior y sus facilidades, me refiero a concentrarse en lo que se desea poder hacer sin pensar en los sencillos y a veces carentes de placer perenne satisfacciones a los que nos acostumbramos. Olvidarse de los licores, los cigarros, el televisor, los amigos, la pereza y hacer por un rato lo que de seguirlo haciendo nos permitirá hacer lo que deseamos hacer. La gente suele concluir lo que quiere de lo que escucha, así que intentaré expandir un poco: no condeno las actividades ociosas, ellas nos descargan del peso obtenido al concentrarnos, pero si nuestro tiempo es dedicado sólo al ocio y obligaciones que no nos dirigen hacia donde deseamos, no llegaremos a donde deseamos, o lo haremos con suerte o si ya estamos allí. Cierra los ojos, también date cuenta que no es sencillo, podrás preguntarte sobre lo fructífero de tus dedicaciones, pensarás en las diversiones de afuera por las que no hay que esforzarse. Las diversiones siempre estarán allí, no te esperan así las esperes vos. Cierra los ojos, que no es sencillo, no es fácil enfrentarse al tedio que ignoramos a diario, al que huimos des concentrándonos en simplezas, pero este puede disiparse o hacer compañía, uno decide. No pienses en vos, no pienses en el afuera. Piensa en hacer, en disfrutar haciendo, la competencia no existe, a lo sumo con uno mismo, con sus limitantes que hay que admitir y con sus potencialidades que hay que disfrutar. Cierra los ojos, frústrate, enfádate, alégrate, lógrate, tira, rasga, insulta, varíate, cambia, deja de ser por lo que deseas hacer. Haz si puedes y si no puedes busca cómo hacer. Espero que no te hayas encerrado a ti mismo o que tu medio lo haya hecho por vos. Si eres vos mismo desagradable huye de ti mismo, si el medio lo es busca huir del medio. Creo que a veces es imposible y es frustrante, pero no son siempre estas veces y a veces las creemos así, le vemos imperfecciones a nuestras posibilidades haciendo del hacer un imposible, muchas imperfecciones son pequeñas y otras superables a menos que le sumemos nuestro pesimismo. Cierra los ojos, concéntrate en hacer y no en vos. De pequeñas huidas del aburrimiento recordaremos que allí está aún. Cierra los ojos, mata el aburrimiento. 

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