jueves, 27 de septiembre de 2012

Emisor.

El espacio es poco resonante, cuando se mueven parecido suelen hacerlo cortamente. No suele incrementarse por mucho, cuando lo hace se le recuerda con cierto miedo y orgullo, mas lo que dura ese mucho es corto, es limitado, como mostrando que perder la armonía tiene su facilidad asegurada.

Cuento aquí, resueno aquí, desde cabinas cerradas, y una ventana digital que poco expresa lo posterior, que ayuda a que interprete lo que debería interpretar de afuera pero ha sido interpretado por él y deformado por él, para poderlo en este sitio pequeño,  interpretarlo yo. No es molesto, no demasiado, sé que me oyen, no se irritan en darle importancia a mis palabras, ni en comentar sobre ellas, sin insistir en qué digo. Suelen emitirse temblorosas mis palabras, llegando sin titubear, puedo dudar, pero no podré mostrarlo al hablar. No me ignorarían si dudara, quien duda es tan discorde que deben mirarlo, deben observarlo por mover los eventos de manera inconexa. Se debe hablar con seguridad, para ser ignorado, pero para ser colocado en vivo, ser ignorado de esa manera sólo se logra cuando el resto ya están en un acuerdo superior contigo, cuando nos escuchan sin prestarnos atención para escuchar de re oído lo que les complace para su disonante pero estable estar. Qué terrible hablar en disonía, te miran y no preguntan, se acercan violentos, vociferan, embisten a la persona, le escupen, la ahogan; pero no es grave para pensar en resultar muerto en ello; es sólo el asesinato de la irregularidad o el aislamiento; inclusive, casos molestos en que se les permite estar y diferenciándolos en una franja tolerante, en el que hay un rechazo de razones.

Qué blanco es este lugar, si hubiese luz, como no suele haberla, es oscuro, e iluminado por luces tenues de la imágenes de cámaras, y por imágenes de computadores, o de luces que dicen "estoy prendido" o "al menos estoy conectado", noto mis manos, aunque conozco mejor mi voz. Suelo trabajar en las noches, acompañar celadores, hacerlos sentir nostalgia cuando son suficiente adultos, cuando tienen alguna lenta canción para cerrar los ojos y construir recuerdos, o si tienen algún comentario por el cual sonreír con lentitud o molestarse por lo que puede sucederles al pitar y avisar que sí existen y que no duermen. También hay nocturnos del tinto, que saben levantarse a la hora indicada y bajarle al humano sus colores malinterpretados. Feliz a veces escucho trabajadores con historias interesantes, que se mueven en sitios peculiares, como quien vigila un cementerio, que sabe bien inventarnos sus horrores, o puede gritar con desesperación quien escucha la música que coloco y se alcoholiza, no porque lo afecte demasiado, sino porque desea expresarse demasiado.

Mi emisora se esparce por líneas casuales, no se suele durar mucho en una, es curioso entender cómo piensan cuando está de noche, son menos acuerdos, más capacidad de cumplimiento, tal vez no les queda mucho del día que vivir, duermen en él, y saben que lo que les queda de día deben disfrutarlo y resultar en procrastinación  sólo evitará tal disfrute, a menos que sienta agradable ese vagar. En la mañana, yo no trabajo en la emisora, trabaja una mujer, con acuerdos triviales a los míos, como el gusto por un cigarro olvidador o la sensualidad de unos tacones altos en una mujer y puestos cerca a la entrepierna de un hombre; pero con desacuerdos dolorosos como puede ser cada palabra que debe decir en las mañanas. Ella suele entretenerse más, habla con radio oyentes que pedirán una canción y desearán disfrutarla por ser la canción, la suelen invitar a fiestas o sólo a citas, y asiste a eventos en donde sonríe mucho mientras le pregunta a la gente por qué le agrada tanto una actividad socialmente aceptada en particular y por qué se adecua tan bien en el grupo de persona que comparten su gusto socialmente aceptado, creo que eso le debe dar placer y placeres posteriores, pero sigue siendo a mí parecer más encantadora la noche para trabajar en una emisora. Pero no es de culpar, al menos no a ella, en el día la cabina es sencillamente más sociable, es más dada a recibir personas, a repartir música más conocida; yo, si me atreviera a culpar a algo, culparía por completo el Sol, que nos mantiene vivos cierto, pero alumbra demasiado y es muy caliente, la noche carente de su luz y la Tierra por ese lado perdiendo calor por la ausencia de él, permite escenas de múltiples comodidades.

La cabina, particularmente, es nostálgica, y esa sensación con un ventilador encendido en ella completa una penumbra que provoca una sonrisa incierta. No habiendo más que conversar con nostálgicos nocturnos y sentir esta falsa oscuridad, queda leer, colocar música, y dejar sólo a la música un rato sola para poder dormir y deleitarse del día, un poco cansado,  donde él es tan nostálgico, como en esas zonas solitarias extensas y con un sonido del viento que me recuerda ese ventilador, y la luz del Sol se esparce suave en un suelo opaco, procurar hablar con alguien en esos lugares, junto a algún alimento que se pueda consumir sin interrumpirse la sensación.

A la realidad no la desean hacer resonar, la desean mantener predecible, la desean perpetuar inmediata, pudiésemos culpar a las sensaciones repartiéndose y recordando qué es sentirse de ese modo, en la inmediatez, y degustar lo colosal de ello.

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