lunes, 26 de noviembre de 2012

¿A cuántos años caracol crees que estamos?


Hoy no puedo dormir. Así ha sido Medellín, poco a poco me ha hecho librar de mí y mi necesidad de dormir, así como lo hizo la ciudad donde crecí. Pero hoy la condena me la he merecido, y se iba pidiendo mientras se acercaban los días a esos días de pensar en ir a Pereira, ser un tomador de tinto que ignorará el molesto método educativo de muchos matemáticos de la UdeA y su pénsum que sueña enseñarle lógica al que aún no sabe demostrar; "no puedes encontrar la verdad con la lógica si no la has encontrada ya sin ella" publicaba Carlos Ivorra en uno de sus libros, citando a alguien que murió mucho antes de que él pensara que entendería lógica... Intentaré pensar que esto no importa, aunque la pedagogía y la divulgación hayan hecho mi semana pasada.

Entre los métodos de invitar a la calma: una ducha fría, música conocida y con batería siendo golpeada, e ignorar lo que el universo suela mostrarme muy cercano. También ignorar que hay tinto luego de haberme tomado unas siete tazas, procurando preferir un té, teólico mejor que cafeínico, diría.

Aquellos sutiles métodos se vieron aparcados por una casualidad: un caracol ha decidido comenzar a caminar  desde Cali hasta Medellín, o tal vez al revés, aunque podemos creer que muchos caracoles quieren ir de una de estas ciudad a la otra . Tal vez es eso de querer ver muchos conservadores, apoyo a la ciencia y actividades culturales; o es eso de querer ver una ciudad en la que hace mucho calor, me recuerda siempre el color rojo y una competencia política muy agresiva -sobre sus apoyos académicos no sé nada. Tal vez ni les interesen los humanos, pero igual tampoco suelo ver caracoles. Creería que algunos de ellos tomaron rutas seguras, rutas cómodas, también cargaron un producto que utiliza la sal que le puede tirar un niño en energía para un reproductor de música o devolverle ácido a esos niños. Algunos de ellos, no planearán bien su viaje y no llegarán, puede que se devuelvan, como que descubran lugares intermedios agradables o al menos para excusarse de no terminar..., puede que se los coma un pájaro también.

"¿A cuántos años caracol crees que estamos?" ¡Cuánto hay de Medellín a Cali! ¡Cuánto hay de Cali a Medellín! Un caracol, buscando por ahí tiene una velocidad que oscila entre 2,8 milímetros por segundo hasta 13 milímetros por segundo, estos últimos serían los más rápidos. Recuerdo haber respondido unos 13 años caracol, si él era muy turista, pueden gustarle los paisajes o las diferentes alimentaciones, aunque en cualquiera de los dos casos parece que 13 años es demasiado tiempo, tanto para los caracoles como para quien me preguntó. Haciendo cálculos de esos lineales y sencillos, tenemos que un año caracol oscila entre 88, 3008 kilómetros el más lento y 409,968 kilómetros el más rápido. Qué tontería, estuve bastante lejos de lo que tardaría un caracol lento y ni considerar el caso aquel de un caracol asiduo, esbelto, y porfiado, tardaría éste menos de año medio. El viaje usual de Cali a Medellín (y de Medellín a Cali) tiene 424 kilómetros, así que vos y yo, estamos entre 4,8 años caracol y 1,034 años caracol, dependiendo del estado físico y anímico del caracol que viaje. Continuando con lo cansón estamos entre 1752 y 377 días caracol.

Yo y mi "a ojo", es bastante desalentador. Ningún caracol haciendo mucho turismo, si desea llegar a Cali o a Medellín tardará más de 5 años. Ningún caracol demasiado deportista se tomará menos de un año y un par de meses.

Tal vez, ellos quieran inventarse una catapulta para caracoles o hacer una asociación con palomas extranjeras para no tener que viajar a baba todo el camino. No se me ocurre qué trato harían, pero podría ser engañar gusanos para ser más fáciles de atrapar. Y así hacer viajar a un caracol en unos cuantos días de esa ciudad roja a esta ciudad azul o de esta ciudad azul a esa ciudad roja.

PD: A pocos pájaros extranjeros les gusta el sabor del caracol, por eso permiten el diálogo con ellos.



jueves, 18 de octubre de 2012

Sobre las hojas.

Las hojas se han molestada, por ser blancas y por tener cuadros de diagonal de medida irracional bajo el S.I. Es un enojo comprensible y comprensivo también, no harán ninguna acción - aunque bien pueden hacerla- para evitar molestarse o eliminar lo que les molesta. Mas gustan hablar de ello, discutirlo mientras su mínima separación permita el viaje del sonido entre ellos.

Hablan con susurro y miedo sobre sus más atrevidas símiles, las hojas con línea corriente, que son más agresivas. A ellas se les usa más para la crítica y la subjetividad, saben intentar imitar cambios de forma por medios que desordenan, saben ser mamertos o expresar ridículos poemas amorosos o agradables poemas de temas no fáciles de especificar y aún así sonoros. Suelen ser más cambiantes en aspecto, en forma, la línea corriente tiene, por supuesto, una gama más cambiante al ojo que las hojas cuadriculadas. De ellas hay varias que cometen suicidio y no es sencillo, qué casualidad debe uno imaginarse para que una hoja aparezca rasgada.

Suelen las horas cuadriculadas reflexionar más antes de escribirse en ellas mismas o entre ellos. No moverse mucho para realizar cambios, pero reflexionan bastante acerca de porqué suceden los movimientos molestos. No son más ordenados, pero suele sospecharse que lo son, es más una actitud de descuido por parte de ellos, el orden se pierde mientras ellos puedan seguirse ubicando adecuadamente.

Curioso resulta observar que los cambios más profundos para la vida de todos los papeles gran parte las han logrado hojas con cuadritos. Cuando se les rechaza lo hacen usualmente por la aparente monotonía de sus palabras, incluso en ocasiones por el tamaños de su letra. En esas cuestiones las hojas de cuadritos sí resultan ordenados, para la expresión de ideas, las ambigüedades pueden gustarles pero no las consideran útiles para pensar en novedades, algo como luego de haber novedad real puede haber novedad por ambiguedad.

Al decir "suelen" se expresa que también se consideran esas hojas cuadriculadas muy expresivas, a las hojas línea corriente tácitas y delicadas, incluso ellas pueden ser tremendamente reflexivas. Tampoco hemos mencionado siquiera la existencia del papel para papiroflexia, o la sorprendente hoja en blanco, ni siquiera .- por decirlo lo menos- aquellas hojas que son doble línea, son usualmente las más simplistas, las menos entretenidas.

Y eso que cuando se es más pequeño como hoja o se es línea corriente o se es hoja cuadriculada, hay tan pocos casos en los que se es hoja de papiroflexia cuando se es hoja pequeña, y es de preferir que no haya ninguna hoja pasando por doble línea.

De las hojas blancas, todos sospechan que hay bastante qué mencionar, se sabe al menos, que son las más abundantes en la población, aunque son muy poco densas en la población total de hojas, es sencillo encontrar una explicación, de porqué se ocultan, pero no se le ha buscado. es más usual ver una hoja de papel con cierta imprenta en él  y contar orgullosos de sus días de ser hoja en blanco, hasta recordar que eso es preferible no mencionarlo con descuido. Tal vez las hojas en blanco son esclavizados antes de imprimir en ellas.

Cuando una hoja es pequeña tiene un intento de ser hoja para papiroflexia, llena de colores y preparado para formar figuras con sus cuerpo, cuando no se encanta con otros formas de papel, suelen suceder dos panoramas, cuando la hoja ya es grande y continuó con la papiroflexia adquiere un pensamiento tranquilo y poco exigente, le será normal alegrarse sólo por poder moverse con la gracia con que lo hace; la otra es asustarse y decidir ocultar sus colores con líneas corrientes sobre ella. Son pocas quienes deciden mantenerse en la papiroflexia, es difícil no asustarse.

De hojas línea corriente hay muchísimos, de hojas cuadriculados hay muchos intentos pero no suelen haber tantos, de hojas para papiroflexia hay ocultos entre paralelas muchísimos.

Escribimos en ellos sin notar sus susurros irritados, llenos de descuerdo y de improperios...

Hojas de colores, hojas de ideas, hojas de ácidos, hojas...

El suelo.

Estar de pie en un lugar, sin recordarlo, ni se mira, ni se oye, sólo al desnudo tacto de los pies. Suele vibrar el suelo, meces a quienes están sobre él, pero sabe hacerlo tácito e insensible, no está vivo, pero muchas veces es amable con quienes sí lo están, pero a ve es es original para asesinarlos.

El suele se revela ante unos pies desnudos, muestra sus relieves y cuenta sus molestias a los tacones y a las botas cuando quien las usa está enfadado o bailando. El que es de color gris (el suelo que es de color gris) es para el peatón que se desinteresa del mismo. El naranja es de esos que le hablan a quienes lo golpean con una varilla de metal suavemente; aunque a estos poco les importa el color, a ellos les cuenta aunque sólo lo necesario para evitarles daño, y pemitirles con mayor facilidad llegar a su rumbo.

Ocasionalmente olvida su posición, y se enoja por las suciedades que por él se soplan, cuando recuerda su posición continúa enojado. Luego se tranquiliza, pero quien lo enoja sigue allí.

Al menos.

Piensas tonterías, cada domingo en cada envidia que sientes, piensas tonterías. Cuando piensas en optimismos, en molestias, en ajenos, piensas tonterías. Al dudar de una permanencia, al molestarte por una salida, piensas tonterías.

Ellas pueden importar, pero son tonterías por no ser más que efectos de la incertidumbre que no se puede aún decidir. Son meras molestias de quejas nerviosas, de angustias poco justificadas.

Eso debilita, es de suponer, impide. No son torres cercanas que puedan armarse en contra, son torres lejanas de las que no se sabe y por poco se puede dudar. Pero al dudar hay bestias que formamos y pedimos que comiencen su ataque en nuestra contra.

Son tonterías, al menos las bellezas que ya no están. Claro pueden serlo aún, ser bellas no depende de la relación que guarden con la persona. Son tonterías, las memeces que pueden sulfurar. Aunque continúen sulfurando, e irriten con ahínco.

Todos podemos sospechar con que nos han engañado, para admirarlos, y al hacerlo, deprimirnos, ahogarnos, alegrarnos, olvidarnos, puede ser sencillamente una excelente estrategia de quienes nos los enseñan para exprimirnos nosotros las fuerzas, y dejarlas colgadas cerca a nosotros, pero no en nosotros. Solemos perderlas luego, a veces gustan de moverse mucho.

Piensas tonterías, cuando no hay luz, cuando no hablas, cuando te escabulles, piensas tonterías.

domingo, 7 de octubre de 2012

Qué no se caigan las tablas.

Ocasionalmente sucede que cuando has decido irte a estudiar a otra ciudad distinta a aquella en la que viven tus padres, ellos vengan a visitarte. Creo que eso me ha sucedido, pero sólo vino mi padre. Ha venido porque desea saber cómo es mi desordenada vida de universitario. Al llegar pudo ver un libro de Estanislao Zuleta, un libro de fractales y otro de geometría, todos tirados por la cama. Yo no me molesto con ellos, cuando me da sueño, les dejo espacio en la cama, igual que al computador, apago la luz y me duermo. También como no tengo ni escritorio o ropero, tengo toda mi ropa tirada por las esquinas del suelo, evitando ensuciarla con los maletines en donde iba empacada. Él se fijó en esto e hizo un par de reclamos, al menos supo entender que era mi cuarto y que yo me acomodaba fácil, ni uso cobija y a penas si uso almohada.

Todo esto no es demasiado importante, si no se añadiera que la cama tenía un desperfecto, que podíamos considerar más grave, recordando que dormiríamos  padre e hijo en la misma cama. Los largueros de la cama hacían de ella una cama panzona, una cama con el centro más ancho que el resto de ella, de esto me enteré pocos días después de que se me encogiera el cuarto y se transmutara la cama por otra más pequeña, para poderse acomodar en el encogido cuarto. Ser panzón no es malo, se puede ser sexy y barrigón -según algunos con los que no estoy de acuerdo-, ser panzón no es malo si se es humano y no le es importante ser criticado por panzón, pero para una cama ser panzona significa fácilmente dejar caer las tablas que se encuentran a la mitad, porque al recostarse la cama panzona se hace más panzona, pero las tablas que sostienen el colchón no lo hacen, de donde tenemos una primera tabla en el suelo o dos o tres, en peores casos .

La primera vez que me sucedió, no le di importancia, puedo vivir con una tabla menos, luego la tabla despreció su soledad en el suelo, trayéndose junto con ella una segunda y luego una tercer tabla, dejando a un lector de Rodolfo Llinás en una zona muy curvada y más cercana al suelo que el resto del colchón, esto era obvio sabiendo que si la primera tabla bajaba y era del medio, sus amigas tablas debían ser también del medio y yo estando sentado en el medio me iba quedando en un hoyo. En ese momento me pareció absurdo, me levanté, moví el colchón y coloqué las tablas de nuevo en otro orden, así, al menos debían conocerse de nuevo para que si se caía la primera las siguieran las otras. Esa noche pude dormir bien. Pero pasados un par de días, volvieron a caerse, saben hacerse amigas muy rápidamente y yo no sé luchar contra tablas muy amigueras, sabiendo que ese era trabajo de alguien con miras a la ingeniería supe rápidamente que poco podía hacer yo contra un grupo muy unido de tablas que les gusta tirarse de la cama al ver que una se cae por la gordura de la cama. Mi decisión fue colocarlas a todas de nuevo menos una y dormir a los costados de la cama, en donde las tablas no tienen esa mala influencia que de conocerlas poco llamaría suicida. Allí sobreviví bastante bien...

Llegado mi padre, criticado mi falta de orden, mi cabello sucio, mi barba un poco larga, procedió a sentarse en la cama, a todos nos gusta el centro de la cama..., tiró cuatro tablas adicionales. Era maravilloso ver que yo había podido impedir ese suceso por más de una semana, sólo tenía que dormir donde todavía era sensual la cama. Aún era cerca del medio día, así que prefirió dejar el tema para después y la parte de la historia donde pasamos la tarde dando tumbos por la ciudad no les interesa ni les sería - sospecho pues- interesante. Entonces, aquí ustedes pueden imaginarse par de actividades padre e hijo y volver un poco más tarde de las ocho de la noche para comer.

Como buen humano, después de comer mi padre libera en su cuerpo dopamina, consecuentemente, le dio sueño. Viniendo a mi cuarto, recuerda el inconveniente de las tablas, decide sacudir mis sábanas y bajar el colchón para re ordenar las tablas, él es estudiante de ingeniería cívil, eso quiere decir que él sí tiene cómo luchar en contra de las tablas, para poderse dar el lujo de dormir desparramado por todo la cama. A mí, me sorprendió cómo vio fácilmente qué tablas eran más largas que las demás, y comenzó a acomodarlas en el centro, estuve pasándole las tablas que me pedía, en su mayoría encajaban mejor que las otras. Cuando se lograron acomodar todas, entre los dos subimos nuevamente el colchón y él se dispuso a organizar nuevamente la sábana para cubrir el colchón, las tablas del centro cayeron de nuevo y fueron cuatro a la vez, supongo que no fue porque él las hubiese acomodado mal, pero él es grande, yo soy mucho más pequeño que él, él pesa más y así, conseguimos cuatro tablas en el suelo.

Riéndome de ello, cogí una ropa sucia aún sin lavar y le dije que la lavaría mientras él pensaba alguna solución, a mí me daba igual seguir durmiendo en las esquinas. Mientras yo me dedicaba a no tan molesta actividad lo vi inquieto buscando algo en el patio. Creo que convirtió eso en un pequeño reto para su mente mucho más ingenieril que la mía. Pensó en quitar la cuerda en donde se colgaba la ropa para que fuera secada por el Sol. Movió objetos de esos sospechosos que no suelen ser útiles y no suelen tener dueños. Él deseaba amarrar los dos centros de los largueros, acción que evidentemente evitaría la libre vibración de la cama hacia los lados si alguien se recostaba. Yo desde hace varios años, hago manillas, entonces no es raro encontrar en mis maletines o en mi cuarto con qué tejer macramé, le conté de ello y un poco emocionado fue a esculcar el maletín que había usado hoy, no tardó en encontrar la tela. Cuando me dio el aviso, no le di importancia y seguí lavando mi ropa.

No tardé mucho, y volví al cuarto, había gastado lo que a mi consideración era mucho material, y cada cuerdita delgadita estaba al lado de las otras pero no estaban muy juntas entre ellas; actuarían como cuerdas individuales y serían muy débiles, creía que si las usaba así se romperían. Dije en broma que si quería le hacía una trenza con esa larga cuerda, no esperaba que asintiera ¡una trenza de más de dos metros de largo! ninguna de mis manillas alcanzaba los treinta centímetro, pero supuse sería divertido. Comenzada la empresa, me enteré que cada paso que se avanza en la parte que se quiere trenzar, se convierte en un nudo en la parte de abajo, mi padre intentó saldar el problema, pero él ya estaba sosteniendo uno de los extremos para mantener tensa la cuerda y hacer posible la hecha de la trenza. No sé si habrá habido algún humano con tres brazos, diciendo esto, es fácil darse cuenta que mi papá no tiene tres brazos, así que desamarrar nudos - dos brazos- y mantener la cuerda tensa -un brazo- no le era posible. Él quiso desistir, pero en ese momento fui yo quien sintió eso como un reto, como un deje de que alguna vez me hubiese encantado ser artesano.

Lastimosamente, vivo -ojalá no por mucho- en una residencia de estudiantes, me he relacionado con algunas de esas personas con las que vivo, resolví que pedir otras dos manos, aunque sólo necesitara una, sería adecuado. Le pedí ayuda a una chica, digamos, para evitar enfrentamientos que se llama ella -me imagino que los derechos de autor del nombre los tienen reservados los padres-, y como yo soy yo, mi papá es mi papá, que ella sea ella no será despectivo, ninguno de los tres tiene siquiera mayúsculas en su nombre, tenemos por nombre propio un nombre impropio.

Su misión de ella, era evitar la formación masiva de nudos en la parte de abajo de las cuerdas, misión que aceptó con una sonrisa y con unas cuentas bromas, cerca a terminar la trenza, decidió ella acabarla, cuestión que me resopló el orgullo. Genial me pareció haber hecho entre los tres una manilla de unos dos metros de largo. Mi padre contento porque cuerditas débiles se habían hecho fuertes entrelazadas, amarró los largueros, los juntó lo suficiente para fajar la cama y hacerla lucir delgada de nuevo. Todas esas cuerditas juntas ahora mismo hacen muy bien su trabajo, mi padre está dormido muy cómodo en mi cama, lo puedo ver en frente mío casi roncando.

Sé que si lo recuerdo, cuando pueda huir al fin de este cuarto, me llevaré esa larga trenza, y espero poderme maravillar con tan vacua tontería de nuevo.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Emisor.

El espacio es poco resonante, cuando se mueven parecido suelen hacerlo cortamente. No suele incrementarse por mucho, cuando lo hace se le recuerda con cierto miedo y orgullo, mas lo que dura ese mucho es corto, es limitado, como mostrando que perder la armonía tiene su facilidad asegurada.

Cuento aquí, resueno aquí, desde cabinas cerradas, y una ventana digital que poco expresa lo posterior, que ayuda a que interprete lo que debería interpretar de afuera pero ha sido interpretado por él y deformado por él, para poderlo en este sitio pequeño,  interpretarlo yo. No es molesto, no demasiado, sé que me oyen, no se irritan en darle importancia a mis palabras, ni en comentar sobre ellas, sin insistir en qué digo. Suelen emitirse temblorosas mis palabras, llegando sin titubear, puedo dudar, pero no podré mostrarlo al hablar. No me ignorarían si dudara, quien duda es tan discorde que deben mirarlo, deben observarlo por mover los eventos de manera inconexa. Se debe hablar con seguridad, para ser ignorado, pero para ser colocado en vivo, ser ignorado de esa manera sólo se logra cuando el resto ya están en un acuerdo superior contigo, cuando nos escuchan sin prestarnos atención para escuchar de re oído lo que les complace para su disonante pero estable estar. Qué terrible hablar en disonía, te miran y no preguntan, se acercan violentos, vociferan, embisten a la persona, le escupen, la ahogan; pero no es grave para pensar en resultar muerto en ello; es sólo el asesinato de la irregularidad o el aislamiento; inclusive, casos molestos en que se les permite estar y diferenciándolos en una franja tolerante, en el que hay un rechazo de razones.

Qué blanco es este lugar, si hubiese luz, como no suele haberla, es oscuro, e iluminado por luces tenues de la imágenes de cámaras, y por imágenes de computadores, o de luces que dicen "estoy prendido" o "al menos estoy conectado", noto mis manos, aunque conozco mejor mi voz. Suelo trabajar en las noches, acompañar celadores, hacerlos sentir nostalgia cuando son suficiente adultos, cuando tienen alguna lenta canción para cerrar los ojos y construir recuerdos, o si tienen algún comentario por el cual sonreír con lentitud o molestarse por lo que puede sucederles al pitar y avisar que sí existen y que no duermen. También hay nocturnos del tinto, que saben levantarse a la hora indicada y bajarle al humano sus colores malinterpretados. Feliz a veces escucho trabajadores con historias interesantes, que se mueven en sitios peculiares, como quien vigila un cementerio, que sabe bien inventarnos sus horrores, o puede gritar con desesperación quien escucha la música que coloco y se alcoholiza, no porque lo afecte demasiado, sino porque desea expresarse demasiado.

Mi emisora se esparce por líneas casuales, no se suele durar mucho en una, es curioso entender cómo piensan cuando está de noche, son menos acuerdos, más capacidad de cumplimiento, tal vez no les queda mucho del día que vivir, duermen en él, y saben que lo que les queda de día deben disfrutarlo y resultar en procrastinación  sólo evitará tal disfrute, a menos que sienta agradable ese vagar. En la mañana, yo no trabajo en la emisora, trabaja una mujer, con acuerdos triviales a los míos, como el gusto por un cigarro olvidador o la sensualidad de unos tacones altos en una mujer y puestos cerca a la entrepierna de un hombre; pero con desacuerdos dolorosos como puede ser cada palabra que debe decir en las mañanas. Ella suele entretenerse más, habla con radio oyentes que pedirán una canción y desearán disfrutarla por ser la canción, la suelen invitar a fiestas o sólo a citas, y asiste a eventos en donde sonríe mucho mientras le pregunta a la gente por qué le agrada tanto una actividad socialmente aceptada en particular y por qué se adecua tan bien en el grupo de persona que comparten su gusto socialmente aceptado, creo que eso le debe dar placer y placeres posteriores, pero sigue siendo a mí parecer más encantadora la noche para trabajar en una emisora. Pero no es de culpar, al menos no a ella, en el día la cabina es sencillamente más sociable, es más dada a recibir personas, a repartir música más conocida; yo, si me atreviera a culpar a algo, culparía por completo el Sol, que nos mantiene vivos cierto, pero alumbra demasiado y es muy caliente, la noche carente de su luz y la Tierra por ese lado perdiendo calor por la ausencia de él, permite escenas de múltiples comodidades.

La cabina, particularmente, es nostálgica, y esa sensación con un ventilador encendido en ella completa una penumbra que provoca una sonrisa incierta. No habiendo más que conversar con nostálgicos nocturnos y sentir esta falsa oscuridad, queda leer, colocar música, y dejar sólo a la música un rato sola para poder dormir y deleitarse del día, un poco cansado,  donde él es tan nostálgico, como en esas zonas solitarias extensas y con un sonido del viento que me recuerda ese ventilador, y la luz del Sol se esparce suave en un suelo opaco, procurar hablar con alguien en esos lugares, junto a algún alimento que se pueda consumir sin interrumpirse la sensación.

A la realidad no la desean hacer resonar, la desean mantener predecible, la desean perpetuar inmediata, pudiésemos culpar a las sensaciones repartiéndose y recordando qué es sentirse de ese modo, en la inmediatez, y degustar lo colosal de ello.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Textos traídos del ateísmo. 3.

Las sillas se desordenan al ser sorbidos por un centro. La piel es el color de las paredes, las sillas luchan con las mesas para no caer en el centro, el color piel sangra acercándose al centro, el centro no rueda, no huele, no se hiere. Hay personas en las sillas, no se divierten acercándose al centro.

Claro, es un centro aparente, no es un solo centro, son varios, pero muy juntos, tan cercanos que pareciera único, si los sentados no estuviesen allí y hubiesen estado más lejos se habrían enterado de esto.

Al estar sentados ven un solo centro mientras comienzan a acercarse, por esto se sentaron, se consideraban tan símiles como para ser convergentes al mismo sitio. Al ser atraídos al aparente centro, encuentran una equivocación que causaría discordia.

Serían engullidos por un centro distinto, no les agradaría realmente, les sería molesto,. Nadie que estuviese cuerdo, desearía ser engullido por un hoyo distinto al que van aquellos con quien decidió dejarse engullir.

Pero les sucedía, las razones pueden ser variados, entre ellos falta de atención o una mala medición del tiempo.

Solía resultarles traumáticos, pero no solían intentar huir, las sillas no son molestas, las sillas no son incómodas. Los fines, las miradas sí, pero están lejos...

Y sí, eran sorbido y degollados.

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(Llamar al ateísmo suena dogmático)

Textos traídos del ateísmo. 2.

El ateísmo no es útil. No quiere decir esto que debe ser útil, por el contrario, la creencia. El ateísmo se hizo útil al existir la creencia, pero es una utilidad ficticia, sin más aplicación que negar la creencia. Al ser independiente el concepto de un ser superior de las explicaciones de la "realidad" -supuesta al menos una y objetiva-, no se encontrarán más que casuales razonamientos falsos que concluyen en algo cierto, puesto que al ser independiente su verdad y falsedad no importa.

Del mismo modo, una sociedad que funcione de manera adecuada lo hará siguiendo "reglamentos" que podrán formularse sin mención de la creencia o su negación. Así, la supuesta las menciones con una u otra posición.
... ...
Aquí se han asumido dos cuestiones, una que no valdría la pena dar la discusión, y otra que habría mayor tendencia a contradecirla. La primera, la existencia o no de un dios, no influye en las saberes científicos, en la explicación de la "realidad". La segunda una sociedad puede funcionar adecuadamente sin la mención de la creencia. 

Tampoco se aclara muy bien, qué se entiende por adecuado. Pero también podría hacerse sin esta mención. 
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(No importa si existe o no existe, las verdades no requieren de él)

Textos traídos del ateísmo. 1.

Suelen ser cambios de nombres,. podríamos anotar que también son cambios de tiempos o escenarios, pero al leerlo; son sólo cambios de nombre. Conocer la historia, ayuda a comprender el comportamiento de las masas, a veces de los particulares. Responde interpretándolo de manera adecuada a preguntas que relacionan momentos que no han sucedido. Podríamos opinar que informa sobre una predicción.

Intentar hacer eventos de cambios, sin mostrar los actos pasados de los eventos de cambio para el mismo cambio, suele producir resultados parecidos si las condiciones externas son suficientemente análogas a alguno de los otros eventos de cambio para ese cambio; y no es tan seguro que el resultado del evento del cambio haya sido el cambio.

Ejemplo relacionados con eventos de cambio que hayan tenido antecedentes de la misma índole y hayan tenido métodos de retención similares o de no fracaso similares, puede buscarse con facilidad. Además resulta notable que conocer los antecedentes de ciertas acciones, nos pueden informar sobre sus repercusiones.

El efecto más agraciado de la historia, es el poder de deducción y hacer apropiadamente (con mayor probabilidad) decisiones para cambios sociales. No es útil tener la historia para solamente comentarla nuevamente entre interesados.
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(necesito una buena clase de historia)


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Revolución


El cielo se engulle, para cambiar de color. Ese cielo, de esa zona, se engullía. Lo hacía estando alegre de sus acciones,  de su recién adquirida oscuridad, de la mirada déspota y pseudo omnisciente en donde se sucedía. Se formaba en esas zonas donde los seres caminan mirando hacia donde les atrae la gravedad, hacia la calle asfaltada u ocasionalmente, hacia un verde prado, cuya virtud era su baja temperatura. Donde las personas no miran hacia donde van.
Lucía aislado el lugar, el cielo se preparaba para molestar con lluvia, y regocijarse descargando su pesada carga acumulada. El suelo, grisáceo, exhalaba inmediatez, no prontitud, no eficacia. Mostraba las sombras de los pasos, confusas como son al mirarlas cerca y difusos cuando el cielo decide presentarse antes que el Sol.
Suelen presentarse oscuros los ojos, oscuras las caras, para mirar el suelo hay que interponérsele a la luz, así hay aislamiento; otros seres en las cercanías no sabidas, movimientos monótonos de los brazos balaceándose contrariando a los pies, suscitando el equilibro, que se procura no detectar, a menos que se lleven zapatos conocidos.
Estos lugares, están adecuados al gusto de quienes usaban sus pupilas en mirar la dureza. Cambian al cambiar de personas, se crean agujeros en las zonas, faltan espacios que no parecen importantes, no se pueden adicionar lugares, sólo retirar. En los agujeros creados, se debe pasar volando, quienes miran el asfalto no vuelan, pero suelen conocer quién los lleve por un módico prejuicio nuevo.  Existen casos en los que no se tiene prejuicio cargado para cambiar, y sucede que deben pasar ellos mismos los agujeros, algunos deciden quedarse quietos, no enfrentar el hoyo y esperar por un nuevo prejuicio qué cambiar; andan algunos por los hoyos y en ellos caen, se arrodillan  y se acercan al asfalto tanto para evitar ver zapatos y sus pasos; el último caso, es tan terrible como mirar hacia los lados, es pasar por aquel agujero y devolverle la zona que le correspondía…, que no sea más un agujero.
Cuando se la pasa mirando el asfalto, se sabe hacia donde pasa el día, qué le dirá, cómo se molestará con él. Se conoce cómo caminar, por dónde caminar, con qué zapatos permitir el contacto. Así estos lugares se llenan de agujeros, ese saber coarta, agujereando el lugar por aquello que tiene incógnitas resolubles pero desconocidas.
Rozándose las nubes, producían el sonido mordaz, ellas comenzaban a despoblarse, dejando suscitar una agresiva humedad sobre aquel lugar, mientras alumbraban a alto voltaje.
Comenzaba a llover, los seres subieron el rostro, vieron cómo unas pocas gotas les caían en cima, tuvieron la vista un momento hacia adelante y luego arriba. Sintieron  cómo su ruta se molestaba en describirse, sólo un tiempo corto y significante, mientras atónitos, decidieron, bajar el rostro, mirar el asfalto colocarse más gris por el agua y continuar con sus pasos.

martes, 4 de septiembre de 2012

Dos escritos no tan ambiguos.

Mi llegada. 

Hay hoy en Medellín, es decir, mi haber está en Medellín.
Mis recuerdos están aquí, en Chiquinquirá, en Filandia, en partes tácitas de Colombia.
Mis ansias se asolean en Cali, bailan allí, y comparten conmigo la incertidumbre, supongo que también compartimos la nostalgia.
¡Hoy estoy en las calles conservadoras! ¡En las calles de la amabilidad, de la mafia y la cuneta! Tanta particularidad que puede obtenerse cada cambio de ciudad...
Las personas sí son parecidas, las personas no son mutaciones, si lo son, se sacian de particularidad genética. Las calles sí son parecidas, están teñidas de gris y se iluminan naranjas cuando el Sol decae. Las personas no son mutaciones, se emocionan incluso sabiendo cómo, incluso evitando hacerlos. Cada mundo se asemeja a los otros, más si los creo yo junto a otra personas, más si los evalúo yo. Las personas no cambian demasiado, los lugares no son tan originales. Se tiende a encantarse por esas sutilidades que cambian ciudades, que lo hacen distintas, inclusive personalidades casi idénticas en cuerpos muy distintos, excepto en su manera de mirar, encantan por esos diferenciadores.
Valorizamos los detalles, lo hacemos hipérbolas idealizadas, maravillándonos al máximo con lo que podemos sentir en las zonas efímeras y los valorizamamos más  de aquello que podemos sentirles hacia ellos, alargándolos con las palabras, queremos sentir el infinito en esas expresiones al hablar de los detalles.
Hoy mi hubo está en Pereira, que habló de la eternidad y de su finitud, que ésta no se encuentra en el tiempo, sino en las sensaciones y allí, el tiempo la consume. Porque las secreciones y los voltios se agotan si se les desgasta sin más. Pudo mostrarme también, mi alegría al estar acompañado, mi molestia por la obviedad y un agrado contradictorio por la metáfora.
Los barrios están infectados por las reminiscencias, que fueron repartidas con lentitud, comenzamos por Los Molinos, pasamos incluso por Bosques de la Acuarela, Cuba, con gran ventaja Santa Mónica y hasta la Alpujarra, aunque ni barrio ni Pereira. Son momentos del pasado que se deben almacenar sin miedo al resentimiento ¡todos queremos sentir nuevamente!

Quienes van conmigo. 

Hay en esta ciudad, aún una caja, no es muy grande, pero lleva con ella varios libros así que no es tan pequeña. Carga aún en ella símbolos de recuerdos y metas que deseo cargar conmigo, que deseo tener presente. Y es lo más importante que mantiene dentro de sí.
Claro es, que los libros que lleva han representado algo en mí; dos libros de Herman Hesse, uno de los recopiladores por Oscar Wilde y el libro Ibis de Vargas Vila. En los recopiladores hay un papelito que dice "Te Quiero" que lo valoro más que al mismo libro.
Pero esos objetos son más agradables que los libros: están Guurack, uno de los Bionicle, el primero que tuve, el único que no me causó esfuerzo y, también, un conquistados de ciudades y canicas; viene conmigo Eduardo, que con su cabeza cuadrada (cúbica) representa un camino acartonado, así como lo hace su gemelo que nada en las alcantarillas y que no pudo venir conmigo, él ahora mismo se encuentra guardado en una caja de papas (bien lavada) de esas costosas y sin tanta papa; está la caja del Bionicle que guarda una toalla que protege una pipa, pipa en la que no fumé, pero que sospechaba sería mía...., esta pipa huele a hierba y conoce a Eduardo; está la cajita roja en donde habita una torre china láser, me la ha dado mi hermana y allí se guardan monedas; un tarrito pequeño y tierno de Listerine que debo llenar en algún momento con Listerine, él me recuerda que soy algo obsesivo no sólo con mis dientes, pero el Listerine, es costoso; está un pequeño tarrito de mentas que viajó más de una vez a mi lado, pero no es tan relevante; y está una lavadora, lavadora de 365 días de pequeñas alegría, pintada de verde negro y amarillo, que oculta un fantasma, que trae una pequeña carta. Qué nostalgia...
Y eso va en esa caja, esos recuerdos que me acompañan.
Tengo miedo, pero no dudaré.
Sólo extraño una personas, soy un humano de pares y a quien extraño supongo me hace parte de un par.
¡Soy el compañero de mi compañera! ¡Aquí seré el matemático de Të mientras pienso que puedo cumplir mis anhelos y mis tonterías!

viernes, 24 de agosto de 2012

Ningún rasgo de debilidad, será un rasgo de cobardía.

Hoy algo temprano me alegraró la ilusión, mis ganas de existir, de estar en pie. Ha sido curioso. Muy agradable, yo admito no saber si he interpretado bien lo que me ha enviado aquella persona, pero si lo he hecho mi día fue justificadamente un día en el que me regocijé de existir y de haber dejado grandes alegrías por una apuesta que de cumplirse hará de lo que me rodea un sitio exquisitamente estético y adorable. He aquí el video enviado:

https://www.youtube.com/watch?v=SASZf_aRq8g&list=PL4DBC6F70FE1EF729&index=1&feature=plpp_video

Esa canción un tanto vieja, con esos sonidos mal grabados que semejan el olor a viejo de un libro. Repitiendo, si he interpretado bien lo que me quiso tengo razones para levantarme con ahínco, esforzarme por hacer un día en el que mejore y pensar cada día que ese sueñito etéreo existe.

Aunque el día fue muy tedioso, sólo yendo al odontólogo y consiguiéndome de forma gratuita un almuerzo, para finalmente estar muy apestado, todas esas horas logré hacerlas sonriendo.

Tal vez lo complicado, sea estar aquí ahora mismo, bastante más apestado y con esa sensación a soledad que me ahogaba más cuando niño y pensar en esa misma meta: caer en llanto, darse cuenta que esa bella meta está lejos y habrá que huir del tiempo para saber si resulta eso que me ilusiona.

Diré que me levantaré construyendo alguien que sea deseable para cumplir tanta cursilería, tanta tontería y tanta fomacioncita que he usado para no parecer "tan humano", pero que termina apeñuzcándome con ese concepto lo suficiente para enterarme que realmente no soy demasiado fuerte.

Yo cumpliré, yo cumpliré, como lo obliga mi crianza con rayones japoneses, como lo hace mi acuerdo con ellos, como lo incita mi desacuerdo con la admiración.

¡Cada día, cerca o lejos! ¡Con miedo, con desconfianza, con insomnio, sabiendo que no me puedo desear muerto!

¡Porque soy un mal diseño que sabe que eso es lo que más desea!

¡Supongo, existe esa compañerita, supongo que esas tonterías las comparte y las quiere!

¡Y de aquí hay que hacerle con cojones, y tal vez ella con tetas!

domingo, 12 de agosto de 2012

Yo supongo que esa cicatriz es mía. (I)

Comenzaré como si ya estuviesen caminando, como si ya estuviesen cerca a comprar ese líquido anisado en exceso, de color amarillo. De noche era, la costumbre induce a comprar en el mismo sitio, antes por confianza en sus precios, ahora se denotaba como un lugar especial para comprar, no es una elección más que por estética. Ya era de noche, para decidir comprar el amarillo se oyó la frase de la chica, "¿Qué? ¿Nuestra última de amarillo?" la respuesta fue una mirada fuerte del chico, un poco molesta, luego asintió, con una sonrisa dolorosa. 

Obtenido el licor, anduvieron por esas calles por las que habían transitado, horas, días, noches, en las que regalaron sonrisas que obtenían otra del otro rostro. Había que regalarse algunas más, un poco ebrios, caminaron, encontraron conocidos que intentaron retirar un poco del líquido de la botella, sólo a uno le fue posible. Cada paso lo acercaban a lugares que fueran un poco remotos, en donde se vendiera carne despreciado por algunos y que, aunque pareciera de ave, sería de mamífero rumiante. No fue posible, la pajarilla es muy apetecida por quienes no desprecian, o por quienes han excedido el alcohol muy temprano. Pero la zona cercana, era agradable, con amarillo, la oscuridad impedida por dudosas luces amarillas, las calles con pocas personas transitando y entre los pasos, encontrarse, una construcción inconclusa, pintada, molesta con el resto de sus cercanos que estaban conclusos, un hueco donde usualmente se coloca la puerta siendo acompañada por unos torpes alambres cubriendo..., un par de puntillas, un par de vueltas del alambre por las puntas a borde y borde para considerar bien protegido aquel lotesucho.  

La chica, quedose mirando los alambres, "aquí es fácil entrar", dijo, mirando al chico y revisando cómo devolver el par de vueltas dadas para impedir el paso. Al rotar las alambres, estos cedían de las puntillas, y se hacía un roto que permitía la entrada fácilmente. Miraba y preguntaba si no le molestaba entrar al chico, este, lo consideraba un poco arriesgado, pero no le molestaba. Entraron.

Cayeron a un hoyo no muy hondo que tenía unas escalares que descendían, y un muro al que podían subirse. Decidieron quedarse en la parte alta. Desde allí se veía parte esa lejana zona de la ciudad que en tantas ocasiones se convierten en lugares aislados en las noches, unas bajas montañas, tal vez otra ciudad. La construcción en que estaban se poblaba de musgo, de óxido, de humedad. La construcción estaba en un estado muy primario, tenía columnas, un falso segundo piso que no había sido terminado de colocar y un "puente" (¿columna horizontal?) que comunicaba donde ellas estaban, hasta donde comenzaba una casa de las que el lote envidiaba. Caminan hacia cerca de la mitad del "puente" y allí se sientan, sacan amarillo y reparten para ellos dos.

Hablan de miedos, de lejanías de maravillas, de prejuicios, de probabilidades; así desentonen con el humor del escritor. De las exageraciones, de las obsesiones, ¿por qué el tamaño del cuerpo influye en la capacidad de tomar licor? También, de sueños y retraimientos. Les habla un señor un poco tranquilo al dirigírseles pero brusco al dirigirse a lo que parecía un familiar pequeño de él, lo trataba de "joven", que entonaba con el silencio de la zona, los previene del peligro de estar allí; la esposa de alguien cercano que cuida carros, que es zona privada... 

- Desde aquí, como tengo pies corticos, siento que alguien me va a jalar y me tirará de aquí - dice ella mientras él mira
Desde donde estaban, no se detallaban las zonas de abajo, parecía solamente haber suelo, si se acercase alguien, se sentiría que se mueve, pero se vería muy bien. 

- Si me jalaran de los pies y me golpearía en la cara, tú no, eres más alto- continuó. 

- Yo creo que sí me golpearía el rostro-refutó

El amarillo se acababa, el amarillo no había hecho mayor efecto en ellos, o al menos, no lo sentían así. ¡Tanto que se habló de prejuicios, de impedimentos por los miedos infundados, por no enfrentar lo desconocido o no confrontar con la experiencia aquello a lo que induce a creer el medio! Palabras y palabras, ideas agradables y una confirmación dilatada del deseo futuro (al menos del chico). 

Para él era agradable ver cómo desarmaba ella ciertas ideas que estaban aparentemente planteadas. Entre estas formose un instante incómodo, maltrecho, al mencionar la expresión que para describirlo habría que hacerlo similar a retraerse, a una rápida conjugación de decisiones que se contradicen que él intentó explicar.  De dos personas intentó explicar él, ese comportamiento, una muy cercana a ella, y ella. La primera la descripción pareció suficiente, la otra, inconclusa y terminando con una mirada levemente molesta. 

Se soñaron con ser dueños de ese lugar, les parecía agradable por su sensación melancólica. Desearon compartirlo, mostrarlo, disfrutarlo... Si no describo erróneamente, allí se besaron unas pocas veces. Contaría que estaban contentos, ambos.

Esforzando el escritor: ¡qué maravilloso instante, qué espléndido estado taciturno era aquél y qué nostalgia es recordarlo! Palabras suaves de una voz que no suenan muy poco a nariz, que suena gruesa aunque sea de niña, que resuena con una garganta delicada y no tan delgada, que se vigila buscando sus ojos en los cabellos cortos, en la mordedura de una avispa (aunque de ese lado el chico no la veía) en los cachetes mientras se olvida la línea que separa agradablemente su cuello de su rostro. 

Terminado el amarillo, saborearon el momento un poco más, cuando sus manos se juntaban, se apretaban un poco, se sentían próximos a dejar de estarlo. Al cabo de un rato, decidieron comenzar a salir, él se demoró un poco más que ella en hacerlo, pero él, salió primero. Antes ella, decidió mirar escaleras a abajo. Tarde un poco, miró entre las oscuras paredes, y volvió diciendo "no estábamos solos". 

Mientras ella salía del lote, él tomaba la botella de amarillo, la miraba, ahora estaba vacía, ¡maldito aguardiente muy anisado tan encantador! Ella colocaba de nuevo los alambres, un par de personas llegaron, aparentemente el dueño y un celador, el problema formado fue muy menor:

- Estábamos cerrándolo, como lo vimos abierto- dijo ella. 

Y el problema despareció. 

Subieron media cuadra y cerca había un poste, ella le quitó la botella al chico, decidió golpearla fuertemente contra el poste para partirla, se quebró, ella se cortó un pequeño pedazo de la mano no fue muy grave, se quejó un poco mientras el chico le succionaba un poco de la sangre. 

¡Había que conseguir más amarillo, había que desaparecer de ahí, había que esparcir recuerdos por todo lugar en donde no los hubiese aún! Él estaba feliz, se sentía inspirado, con una sonrisa que se esculpía con gracia. De ella, él suponía felicidad y por eso se causaba la suya, pero al menos el escritor no lo sabe, sería posible suponer que el escritor también lo supone. Qué eternidad tan corta había esa noche...